Gestionar la ira

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La IRA es definida por la Real Academia Española de la Lengua (RAE) como pasión del alma que causa indignación y enojo. Podemos aprender a gestionar la ira del mismo modo que aprendemos a gestionar el resto de emociones y no permitimos que nos dominen.

El control de las propias emociones pasa por el propio reconocimiento de la emoción, es necesaria su aceptación y es básico que nuestra conducta sea consecuente y proporcionada a la emoción. Hemos visto en otros artículos que es muy importante relativizar ya que es la forma de darle a cada situación la importancia debida. En función de cómo valoremos la situación o de la importancia que le demos sentiremos una emoción más o menos intensa. Así que para regular las emociones lo primero que hay que hacer es saber ver con cierta perspectiva la situación que lo causa.

Para aprender a gestionar las emociones tenemos un libro dedicado por completo a ello. Sólo controlando tus emociones y entendiéndolas puedes llegar a conocerte profundamente. Para aprender a gestionar tu ira te recomendamos nuestro libro-ebook: Cómo convertirse en un maestro de las emociones.

En este artículo vamos a tratar de ver qué es y como puedes gestionar la ira.

La ira, como veíamos al principio según la definición más pura del diccionario es una pasión que causa indignación y enojo. ¿Cuál es el principal problema de esta emoción? Que es negativa. Y además es percibida como indeseable. Nos educan desde pequeños enseñándonos a no enfadarnos cuando nos topamos con impedimentos o nos sentimos frustrados. De alguna manera lo que hacemos no es enseñar al niño a mostrar su enfado de una manera correcta sino que reprimimos esa emoción. Le decimos que eso no tiene que hacerlo. Por lo tanto le estamos diciendo que no puede sentir lo que siente, que está mal.

En consecuencia crecemos sabiendo que no es bueno que nos enfademos y negamos esa emoción. Además cuando la sentimos no la aceptamos de modo que lo que hacemos es trasladar la culpa hacia otro lado.

Me explico: todo el mundo entiende que no siempre tenemos que tener razones para estar contentos. La alegría nace de nosotros mismos. Así que aceptamos que simplemente somos alegres o estamos de buen humor. En cambio, cuando alguien está enfadado no acepta que la ira proviene de su interior sino que busca un motivo exterior que justifique su emoción. Es decir, la emoción no es propia sino causada por un agente externo.

¿Con esto qué conseguimos? Por un lado el rechazo hacia el «agente exterior» ya que es el culpable de una emoción negativa. La no aceptación de que las emociones vienen de dentro de uno mismo nos llevará a culpar al «agente externo» de nuestro comportamiento, cosa que todavía hará crecer más la ira. De aquí a la venganza hay un paso.

Pero no todo el mundo reacciona ante la no aceptación de una emoción del mismo modo. Hay quien lo exterioriza, quien lo interioriza sin ser consciente de ello y quien enmascara la emoción y le da otro nombre.

Todas ellas son conductas mejorables. Aprender a gestionar las emociones pasa por reconocerlas y aceptarlas.

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La aceptación no debería suponer un gran problema, pero es precisamente la raíz principal del problema. Así que lo primero que debes hacer es entrenarte en el reconocimiento de las emociones.

Como decimos siempre haz una lista. Obsérvate y analiza qué has sentido ante distintas situaciones y ponle el nombre. Describe la emoción con palabras. Localiza los momentos de enfado y describe las sensaciones que han causado. Reconocer la ira es el primer paso para aceptarla.

Una vez reconozcas qué sientes cuando estás airado trata de ubicar la emoción en tu cuerpo. ¿Dónde nace? ¿Dónde la sientes? ¿Cuáles son los síntomas? Ubicar la emoción en el propio cuerpo resulta útil no solo para tomar consciencia de la emoción que sentimos sino también para alejar nuestra atención del foco del problema. De este modo podemos tomar algo de distancia y relativizar con más facilidad.

Aprende a descargar la emoción, si estás enfadado y tu comportamiento suele ser demasiado agresivo te va a costar mucho no gritar ni ponerte violento así que vas a concentrarte en tu respiración y a mantener el tipo hasta que puedas descargarla a solas. Una cosa que suele funcionar para descargar la rabia acumulada es golpear con una almohada. Cógela y golpea el colchón de tu cama hasta que te hartes.

Por un lado habrás descargado la ira, por otro lado puedes observar cuánto tiempo has necesitado para realizar la descarga. Posteriormente analizarás la situación. Crees que la situación que causó tu ira merece la magnitud de tu respuesta. Busca las soluciones en tu interior. Recuerda que la ira la sientes tú y los demás no son causantes de ello. El que decide enfadarse por algo siempre eres tú.

Las emociones nacen de dentro de nosotros mismos. Está claro que los demás serán culpables de hacer cosas mal y de provocar nuestro enfado, pero cómo vivimos el enfado, qué grado tiene y, sobretodo, cómo lo demostramos son solo cosa tuya. Tuya y de nadie más.

Descargar las emociones suele llevarnos a aceptar ciertas cosas, a conocernos un poco más a nosotros mismos o a quienes nos rodean y a llegar a determinadas conclusiones que si escuchas atentamente podrás aplicar a tu vida futura y estar creciendo a nivel personal. De todo lo que te pasa en la vida puedes sacar una lección. Si hoy no has actuado bien, no te castigues. Aprende algo de esta situación y lo convertirás en algo menos negativo.

Así que ya lo sabes, si quieres aprender a gestionar la ira en primer lugar debes reconocerla, en segundo lugar aceptarla, por último deberás descargarla y encontrar la manera de que cada vez sea más fácil. Con unas respiraciones debería bastarte. Una vez descargada la emoción y liberados de ella analizamos la situación y aprendemos algo con l0 que nos ha pasado.

Si quieres gestionar tu ira y tus emociones al completo te recomendamos nuestro libro-ebook: Cómo convertirte en un maestro de las emociones, en el que aprenderás a controlar y gestionar las emociones tanto tuyas como de los demás.

 

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