A veces los conocidos me cuentan anécdotas o escucho conversaciones que me llevan a reflexionar sobre el carácter de cada uno y pienso: esto lo tengo que contar a los seguidores de Verdadera Seducción.
Este es el caso del artículo de hoy, alguien cercano a mi contaba el otro día un percance que había tenido con un policía y vi que era un caso claro de falta de asertividad y enojo tóxico. Seguro que conocéis a más de uno, tal vez tú mismo, quien me lee, te des cuenta leyendo esto que también te pasa a ti.
Hoy hablaremos de la asertividad, el que vive culpando a los demás de todos sus problemas, mejoraría su personalidad y las relaciones con los demás si entrenara para ser una persona asertiva. Para ello os recomiendo nuestro audio curso «Cómo ser asertivo» en el que se habla en profundidad de este tema y se dan las pautas o ejercicios a seguir para cambiar el tipo de comportamiento, ya seas una persona pasiva, agresiva o bien un pasivo-agresivo.
Hay muchas personas que viven trasladando las culpas hacía otras personas, o mejor dicho, viven culpando a los demás de sus propios errores. Hemos tocado este tema alguna vez en varios artículos, pero hoy quiero hablar específicamente de esto. ¿Por qué hay gente que vive culpando a los demás de sus problemas?
La razón está en una falta de asertividad y en una mala gestión de las emociones. Este tipo de personas tienen un problema con la expresión de sus sentimientos y además no saben gestionar correctamente la rabia. El problema se da cuando algo les sale mal, cosa que sucede de forma habitual, sobretodo si tienes una forma negativa de ver las cosas.
Para una persona no asertiva, en este caso es agresiva, todo son problemas. Cuando aprendes a vivir de forma asertiva te das cuenta de que lo que antes eran problemas ahora son contratiempos y además ves que no siempre la culpa se puede trasladar a otra parte, es decir, la mayoría de veces somos nosotros mismos los que tenemos la llave para solucionar nuestro problema.
Os cuento la situación para que veáis a lo que me refiero.
En este caso era un conocido que contaba en una reunión de amigos un percance que había tenido con un policía. Los hechos habían ocurrido esa misma mañana, es decir, hacía por lo menos 12 horas. Ya que eran pasadas las 10 de la noche cuando lo contaba indignado. Había llevado la indignación a cuestas todo el día y la había rebrotado al contarlo a su audiencia.
La historia es que este chico había salido tarde de casa, tenía una reunión importante a primera hora y llegaba muy justo de tiempo. Al llegar a la oficina vio un sitio casi delante, el semáforo estaba en rojo y él estaba el primero, temía que los coches que subían por la calle perpendicular le quitaran el sitio, así que en cuanto vio que no venía nadie se saltó el semáforo para ir a aparcar.
Cuando terminó de estacionar el vehículo se le acercó un policía con una multa. El chico en cuestión le dio la razón al policía pero alegó que no había peligro, por la otra calle no venía nadie y tenía visibilidad suficiente para ver que seguía siendo así mientras pasaba. Además, no había nadie cruzando por el semáforo en ese momento.
El policía, mientras terminaba de rellenar la multa empezó a recordarle el código de circulación y a enumerar los peligros que tendría que haber tenido en cuenta el conductor. Éste, como iba justo de tiempo, le dijo que se ahorrara los sermones y le diera la multa. A lo que el policía contestó enfadado que quería ver la documentación completa.
El amigo, por casualidad y mala suerte, dijo él, no llevaba el carnet de conducir encima, con lo que le cayó una multa mucho más gorda de la que cabría esperar en un principio por saltarse el semáforo.
Y él contaba la anécdota enfadadísimo, culpando al policía por multarle en las dos ocasiones.
Supongo que conocéis a muchas personas así. Toda la culpa era del policía que era un chulo, que se sentía no sé qué con su uniforme y de lo absurdas que eran algunas normas de circulación. ¡Ah! y también daba la culpa a la mala suerte por no haber llevado la documentación encima.
Cómo lo veo yo. Obviamente la culpa es toda del conductor que se salta el semáforo. No digo que tenga que enfadarse consigo mismo y trasladar las culpas de bando. Pero lo que no puede hacer es enfadarse con una persona que se limita a cumplir con su trabajo.
Saltarse el semáforo fue, por supuesto, una decisión del conductor. Ya no me voy a meter en si acertada o desacertada. El caso es que lo hizo, corría un riesgo que él conocía y que podía salir bien o no. En caso de salir bien, genial, en caso de salir mal hay que aprender a aceptarlo y a resignarse.
En este caso salir mal implica que llega un policía y te multa. Si el conductor hubiera respondido de forma asertiva, la segunda multa ya no habría llegado. Quién sabe si también podría haberse ahorrado la primera. Cuando alguien responde de forma agresiva, aunque no implique violencia física, la otra persona se pone a la defensiva. Si hablas de forma agresiva a un policía lo normal es que su respuesta sea el enfado. Ellos no pueden hablarte de forma agresiva a ti, o no deberían, pues lo que hacen es cumplir con todo el celo posible con sus obligaciones, de ahí sale que le pida la documentación que, por otra parte, no llevaba.
La asertividad le hubiera ayudado a ver las cosas con más claridad y sobretodo a actuar con educación y respeto, de este modo la provocación no habría tenido lugar y por lo menos se hubiera ahorrado una multa. Por otro lado está la gestión de las emociones, como os decía, no tiene sentido culparse por algo así, ni siquiera enfadarse. Lo que sí tiene sentido es aprender algo con lo ocurrido y trabajar positiva y activamente para que esto no vuelva a ocurrir.
Si eres de los que siempre tiene problemas en situaciones parecidas a esta te recomiendo que trates de convertirte en una persona asertiva. COMPRA AHORA nuestro audio curso Cómo ser asertivo y verás las cosas desde otro punto de vista.