Liderar con sentimientos

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Hoy vamos a ver una tendencia, espero que en alza, en el campo del liderazgo y se trata ni más ni menos de aquella que defiende que hay que liderar desde los sentimientos o las emociones. Habitualmente asumimos liderazgo como rigidez y autoridad. Y ganarse el respeto de la gente y por tanto la autoridad no tiene nada que ver con ser autoritario, rígido, estricto, agresivo, con mal carácter… La tendencia en alza es el liderazgo emocional, liderar con los sentimientos.

Algo que no puede faltar en tu modo de dirigir personas es el carisma. Un buen líder es carismático, es una característica que le hace empatizar más con el resto de personas y que gracias a ello consigue comunicar mucho mejor su mensaje y llegar al resto de personas con más claridad. El carisma ayuda a comunicar ya que proporciona atención a la audiencia. Una persona con carisma es a alguien a quien te apetece escuchar hablar.

Además, el carisma ayuda a convencer, genera confianza en el resto de personas de modo que tu mensaje será tomado mucho más en serio que el mensaje de cualquier otro. Si tienes que entrar en una lucha por el liderazgo apuesta por tu carisma, en este tipo de luchas no siempre gana quien presenta mejores ideas o la mejor gestión sino el que mejor conecta con el público y mejor comunica sus ideas. Así que el carisma es imprescindible para ser un buen líder. Si quieres saber más sobre este tema te recomiendo nuestro vídeo curso: Cómo liderar, liderazgo carismático.

Como decía antes, una parte importante para ejercer un buen liderazgo es la parte racional. Planificar, llevar a cabo los planes, recapacitar sobre una estrategia, analizar sus resultados y desviaciones… Pero para que un líder tenga éxito a largo plazo es necesario el carisma y usar la parte emocional. Si no lideramos con sentimientos no nos verán como uno de ellos. ¿Quién ve a los políticos deshumanizados? Mucha gente, ¿verdad? Les vemos así porque no lideran con emociones y no tienen en cuenta las necesidades humanas de la gente sino las necesidades económicas de un país y eso pocas veces conjuga bien con las necesidades reales, por lo menos a corto plazo.

La consecuencia de ello es que vemos a los líderes políticos de forma deshumanizada. Cuando surge un líder que escucha a la gente y que parece gobernar en pro de los intereses del pueblo, y es llamado populista por los políticos más de derechas, lo que está haciendo es usar el liderazgo emocional, lidera con las emociones.

Ofrece aquello que la gente necesita y toca las emociones más primarias de todos. Los políticos que no son capaces de hacer eso, puesto que va en contra de sus intereses macroeconómicos, lo critican, pero cuando salen las encuestas de líderes mejor valorados son los que lideran con las emociones los que están más arriba en esta escala. Otra cosa es que a la hora de votar la gente confíe realmente en que otra forma de hacer las cosas es posible o prefieran no arriesgarse y quedarse como están no fuera caso que acabaran peor, pero en cuanto a valoración son personas mucho mejor valoradas.

© Frodrig

Si nos vamos de la política a la dirección de empresas o de equipos, el liderazgo emocional triunfa mucho más. Cada vez es mayor la tendencia a escuchar y dirigir en función de las necesidades humanas del equipo. Si un equipo es feliz, si las personas que lo componen se sienten bien integradas, bien atendidas y bien recompensadas estarán mucho más motivadas. Las empresas más modernas, las que tienen una gran parte de su plantilla con gente muy joven tienden cada vez más a la libertad de horarios, a la flexibilidad de las jornadas laborales, a mirar los resultados y no las horas de trabajo.

Si gracias a la función de un líder la vida laboral de alguien mejora, esa persona se volverá una incondicional convencida de ese líder. Si además, gracias a los cambios laborales, su vida personal mejora y es más fácil, conseguiremos un trabajador feliz, una persona feliz, una persona implicada en la empresa que quiere lo mejor para ésta ya que de eso depende su propia felicidad.

Y no, un trabajador agobiado con una empresa demasiado estricta no desea lo mismo por mucho que su bonanza económica dependa de eso. Una persona que no es feliz por culpa de su trabajo no puede desear que le vaya bien a ese empresario, como mínimo tendrá una dualidad de opinión, pensamientos encontrados que generarán mal estar en esa persona. De un modo u otro no va a ser una persona que se implique en el trabajo ni que lo haga a gusto por lo que el rendimiento se verá afectado y sin duda la calidad de su trabajo va a disminuir.

Está comprobado que las personas motivadas trabajan mucho mejor y son eficientes y es el trabajo del líder aprender a transmitir entusiasmo a estas personas. No hay mejor modo de hacerlo que siendo un líder carismático con un buen control de las emociones. Saber gestionar las propias emociones y entender las de los demás es un modo inmejorable de transmitir seguridad y entusiasmo.

Si lo que queremos es que las personas que siguen a este líder estén totalmente implicadas en el proyecto, sea del tipo que sea, no hay otra opción que conseguir que se sientan implicadas a nivel emocional. Funciona mucho mejor con emociones positivas que con miedo u otras emociones que no nos hacen sentir bien. Piensa en las películas de equipos, cuando llega por fin un entrenador capaz de motivar e involucrar a los jugadores es cuando empiezan a sentirse ganadores. A menudo las victorias reales empiezan a llegar en este punto.

Liderar un equipo de trabajo funciona a nivel emocional del mismo modo que liderar un partido político o un equipo deportivo, hay que saber transmitir carisma, implicar emocionalmente y entusiasmar a la audiencia. Te contamos cómo hacer todo esto en nuestro vídeo curso Cómo liderar, liderazgo carismático.

 

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