Todos albergamos creencias que nos limitan, que nos retienen, a veces ni tan sólo somos conscientes de la mayor parte de ellas. Sin embargo, dichas creencias son tan relevantes respecto a quiénes somos que ni nos las formulamos como pensamientos conscientes. Mientras se van ulcerando en nuestro inconsciente más profundo, se mantienen invisibles, pero son lo bastante poderosas como para dirigir nuestra vida. Son esos pensamientos que ante una oportunida
nos susurran: «No puedes…» «Quién te crees que eres?» «No tienes lo que hay que tener…»
Pero a veces las expectativas favorables que tiene sobre nosotros nuestro entorno de afectos y amistades pueden llevarnos a llegar más allá de lo que esperamos.
Lo que los demás esperan de uno puede desencadenar un conjunto de acciones que nos lleven mucho más allá de lo que podemos imaginar, en lo mejor y en lo peor. Este principio de actuación a partir de las expectativas de los demás se conoce en psicología como el efecto Pigmalión.
¿Es posible hacer un sueño realidad?
Cuenta una leyenda mitológica griega que el rey Pigmalión esculpió una estatua con la figura ideal de la mujer. A Pigmalión le gustó tanto su obra que quiso que se convirtiera en un ser real. El deseo fue muy fuerte e hizo todo lo que pudo para conseguirlo. Pidió ayuda a Afrodita, la diosa del amor, la cual colaboró en que su sueño se hiciera realidad. Así nació Galatea, su mujer ideal.
Cuando alguien anticipa un hecho, existen muchas probabilidades de que se cumpla. A este fenómeno
en Psicología Social se le llama: «realización automática de las predicciones»; también se le conoce como «El Efecto Pigmalión, o la profecía que se cumple a sí misma».
Incluso si analizamos las biografías de grandes genios, mujeres y hombres que a lo largo de la historia han hecho enormes aportaciones a la humanidad, veremos que en muchos casos hubo una persona que tuvo una fuerte esperanza depositada en ellos. Y es que Pigmalión tiene una explicación científica: hoy sabemos que cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza, nuestro sistema límbico acelera la velocidad de nuestro pensamiento, incrementa nuestra lucidez y nuestra energía, y en consecuencia, nuestra atención, eficacia y eficiencia.
Desde el punto de vista de la aerodinámica, el abejorro es incapaz de volar, pero como lo ignora, simplemente vuela, inconsciente de que su rechoncho cuerpo no está diseñado para el vuelo. ¿No sería fantástico ser como abejorros y que no nos afectasen lo que pensamos sobre nuestras limitaciones? Pero si detectamos estas creencias limitantes, también podemos hacerles frente con apoyo de aquellos que ejerzan sobre nosotros esta Ley del espejo o efecto Pigmalión.
Aprende a confiar tanto en ti mismo con nuestro audiocurso de 5 horas de duración: Cómo aumentar la autoestima.
Estuvo muy bueno tu artículo. La vedrad es que las creencias si influyen fuertemente en nostros. La confianza propia igual es muy importante, porque cuando confiamos en nosotros es más fáicl llevar acabo algo que cuando no cofiamos. Y como dices, también la cofianza que los demás depositan en nosotros influye, pero desgracaidamente cuando otros no confian en lo que vamos a hacer a veces nos desanimamos pero no debe ser asi.
A veces queremos hacer algo pero la gente dice que no podremos, allí es donde no hay que tomarlos en cuenta, porque si les hacemos caso y les creemos casi matarán nuestros ánimos para lograr lo que queremos.
Un gran artículo. Lo del abejorro no es exacto (supongo que lo sabes) aunque como metafora es perfecta. Mi enhorabuena
sin duda es cierto, quien mas espera de mi mas obtiene de mi. si alguien no espera nada de mi nunca obtendra nada, pero si alguien espera mucho de mi percivira muchos resultados
no se porque es pero es asi… supongo que nuestro entorno nos hace mas fuertes o nos debilita, segun sea.