Eso es lo que piensan muchos niños, y no es porque lo crean ellos, sino porque cada vez que alguien tiene una perra que ha tenido crías, todos en el vecindario se enteran y empiezan a golpear la puerta de la casa dónde está la perrita en cuestión y preguntan“¿Está regalando un perrito?” a lo que el dueño de las crías le pregunta que si tiene espacio, si les va a hacer vacunar y si sabe de las responsabilidades que involucra adoptar una mascota.
La expresión del dueño de las crías, es un ceño fruncido cuando escucha la típica frase “no, no, no, solo lo quiero para juguete del niño”. En este momento se definen muchas situaciones que, como bola de cristal pasan por la mente de quién es dueño aún de las crías de su perrita.
Como una película de terror y drama juntos, puede imaginarse un sombrío futuro para el pobre animal (el perrito), a quien lo bautizaron como Rufo. Lo ve primero con un niño que lo abraza, lo empuja y que cuando este quiere correr, la madre del niño corre a cogerlo para que no se escape y el niño lo agarra de la cola a manera de trapo sucio. Toda la familia se encuentra feliz al ver que por fin hubo un juguete para que el niño se entretenga, pues su carrito, su pelota o su antigua tortuguita, yacen en el baúl de los recuerdos (prontamente tacho de la basura) y ya no le causan ningún agrado ni siquiera verlos.
Si el pobre Rufo tiene la suerte de crecer, de pasar por las enfermedades que le dio porque a su dueño se le olvidó vacunarle contra parvovirus, con la gripe y desparasitarlo, crecerá flaco, escuálido y sin ninguna gracia más que la de poder mover su cola cuando ve a sus nuevos dueños llegar, pero, como no tiene la apariencia que ellos se imaginaron que llegaría a tener, le hacen a un lado con el pie para que no se acerque por su mal olor (si por lo menos le bañaran…).
El primer dueño, ósea, dueño aún de las crías, y perdonen la redundancia, tiene la última y más fatal de las imágenes. Puede ver que los nuevos dueños del “juguete” han puesto la mirada en uno de esos canes de alta cotización, con pedigrí de primera y un pelaje que da envidia. No tiene competencia el pobre Rufo contra tal espécimen. Puede verse que al pobre Rufo le tienen preparada una salida nada honrosa, salida que se materializará por una puerta “descuidadamente abierta” y cuyo ambiente cambiará radicalmente.
Menos mal este es un sombrío paisaje que ha tenido uno de tantos dueños de crías que, tiene mucho celo de entregar en manos equivocadas a uno de sus animales. Por ello, quizá se pueden ver en determinadas zonas muchos animalitos de las características de Rufo, y no me refiero a características genéticas, porque Rufo en determinada forma vio que la vida en la calle tiene sus ventajas también, sino a las características físicas de mala nutrición, porque como es fácil en ese ambiente la rápida reproducción, existe más competencia por conseguir algo por sobrevivir.
Un niño a una edad temprana no sabe diferenciar entre un juguete y una mascota para cuidarla con responsabilidad, ya que una mascota en realidad no es un juguete más, sino un miembro de la familia que merece respeto, cariño y cuidado.
Muchos pediatras siempre aconsejan no tener un “juguete”, perdón, una mascota para el niño hasta antes de los 6 años de edad, según ellos por alergias y porque las defensas del niño no se encuentran aún completas, yo creo que es porque las defensas del animalito no están completas para con el niño y el pediatra solo busca un mejor trato para el perrito, sin querer hacer de menos al niño.
pobre perro