Vida fácil

Cero preocupaciones, tenerlo todo, recibir cada día regalos y no tener que luchar para conseguir nada. Una vida sin problemas. ¿La quieres?

Una vida fácil en la que comes cada día tus platos favoritos, sin tener que cocinarlos ni comprarlos. Una existencia totalmente ausente de problemas, en la que el trabajo que tienes simplemente te lo dieron por ser amigo, conocido o hijo del dueño de la empresa. Tú no te esforzaste nada para conseguirlo  y tampoco te esfuerzas en absoluto por mantenerlo. Eso si que es una vida fácil, ¿eh?

De pequeño, cuando querías jugar, lo hacías a todas horas; nadie nunca te castigó ni te dijo que tenías que estudiar. Es más, si faltabas a clase los profesores no te decían nada. Más adelante, cuando empezaste a salir por la noche, hacías todo lo que querías, nada ni nadie te impidió hacer en cada momento lo que te apetecía.

Luego, cuando empezaste a fijarte en personas del sexo opuesto, tenías siempre para ti a la que más te gustaba. Sin mover ni un solo dedo. ¡Eso sí que era una vida fácil!

Más adelante, si veías que había sido un capricho y que el chico o la chica realmente no te gustaba:  no importaba.  Solo tenías que escoger al siguiente que te gustara, aunque ni siquiera lo conocieras: todo el mundo estaba disponible para ti.

Y así funciona la vida fácil: una vida diseñada a modo de catálogo sin precios,  en la que tú simplemente eliges lo que más te gusta:

Pringao: ¡Qué bonito ese descapotable!

Vida Fácil: Aquí lo tienes, todo para ti.

Pringao: Me apetece ir al Caribe.

Vida Fácil: Toma los billetes, quédate el tiempo que quieras.

Pringao: La semana que viene quiero ir a Roma con esa chica que sale en la tele.

Vida Fácil: Ahí lo tienes todo: la chica, el viaje a Roma, el hotel. ¿Algo más?

Pringao: Me gustaría saber lo que es trabajar. Quiero ser jefe.

Vida Fácil: De acuerdo, mañana empiezas ¿En qué empresa quieres “trabajar”?

Vida fácil: no es tan fácil como parece

La palabra Fácil resulta atractiva para la mayoría de personas, pero ha de saber utilizarse. Cuando nos dicen que una tarea es fácil, nuestro cerebro piensa casi siempre en positivo, en objetivos realizables, en cosas que vas a ser capaz de hacer. Quizás porque nos educaron así y nos dieron a entender que lo fácil era algo positivo.

¿Pero es lo fácil siempre lo más divertido? ¿Considerarías al pringao del ejemplo anterior una persona interesante? ¿Piensas que con la vida fácil que lleva tiene algo que contarte?

El chico del ejemplo tiene todo lo que quiere, menos lo esencial: no es feliz.

Una persona que no tiene que luchar para conseguir nada es esclava de una vida fácil carente de metas, objetivos, y por lo tanto, completamente ausente de sueños.

¿Es feliz una persona sin sueños?

Y es que don Pringao no tiene ni un solo sueño. ¿Para qué se va a molestar en soñar si lo tiene todo y nunca luchó por conseguirlo? Pondría la mano en el fuego y no me quemaría a que es más feliz un pobre que lucha por superar su mala situación económica que  el pobre aburrido del ejemplo, pues nunca dejará de ser como indica su propio nombre, un pringao.

Te diré lo que te trae una vida fácil: infelicidad pura y dura.

Vida fácil: ¿todavía la quieres?

A veces, cuando nos sobrepasan las preocupaciones, tenemos mil cosas que hacer y no llegamos a todo, solo vemos los problemas, no conseguimos nuestros objetivos y andamos algo desanimados. En momentos así la posibilidad de tener una vida fácil sería una buena válvula de escape. ¿Tocar la varita mágica y que ese problema desapareciera? ¡Qué tentador!

Y es normal. ¿A quién no le gustaría resolver más de un problemilla dándole a una sola tecla? Sin embargo, aplicar esto a tu vida en general podría resultar completamente perjudicial. Ya viste el ejemplo del que tenía todo lo que pedía, y al final tenía de todo menos felicidad.

Imagina que ahora mismo entras en una inmobiliaria y por ser hoy venden pisos a tan solo un euro cada uno. ¿Qué harías? ¿Llevas diez euros en el bolsillo y no vas a comprar ni uno? Luego pasas por la puerta de un concesionario y… sorpresa. También por ser hoy están vendiendo cada coche a cincuenta céntimos de euro. ¿Cuántos coches te llevarás?

Probablemente empieces a comprar coches o pisos como caramelos, ya que aunque no te interesen sabes que el valor que tienen es muy superior a lo que los están vendiendo. Luego podrás venderlos, ganarte unos cuantos euros y seguir con tu vida normal.

Sin embargo, esto es algo puntual. Pero la persona que puede adquirir cualquier cosa sin esforzarse, nunca sabrá cuál es el verdadero valor de la vida, y lo más triste, nunca sabrá de lo que es capaz. Pues el irte superando día tras día e ir logrando pequeñas metas es una de las mayores satisfacciones que puedes experimentar.

Si no sigues ningún camino porque ni siquiera te molestaste en trazarte uno, si no luchas por tus metas porque ni siquiera tienes sueños, si no sueñas ni dormido ni despierto, si vives así porque lo tienes todo, déjame decirte que en realidad no tienes nada. Nada importante.

De vez en cuando, o mejor dicho SIEMPRE, vale la pena luchar un poquito, sudar y hasta sufrir un rato para luego disfrutar de una vida mejor.

Deja de aferrarte a la palabra vida fácil como si fuera algo maravilloso. En el fondo sabes que a mayor esfuerzo, mayor recompensa personal tendrás, ya que cuanto más te haya costado conseguir una meta más la valorarás.

Definitivamente vale la pena luchar: no sustituyas nunca comodidad por felicidad.

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