Distorsiones cognitivas: la falacia de control

© David Wilson Clarke

Dentro de nuestros artículos especiales sobre las distorsiones cognitivas, hoy llega el momento de hablar de la falacia de control. Para aprender a aceptar este tipo de distorsiones hace falta humildad, querer mejorar, tener intención de hacerlo y sobre todo una buena dosis de autoestima ya que de repente pondremos en duda ya no solo nuestra forma de entender las cosas sino la manera cómo vemos el mundo y por tanto cómo pensamos.

Si no tienes claro lo que es una distorsión cognitiva y quieres entender cómo funcionan, piensa en los filtros que se usaban antes para las fotografías. Se ponían en el objetivo de la cámara y toda la imagen que captaba la cámara, y que imprimía en el negativo, estaba alterada por ese filtro. Cómo no, había muchos tipos de filtro. La cámara es como nuestro cerebro. Trabaja con las imágenes que le proporcionamos y las toma por reales puesto que no puede volver a capturarlas. Como si fuera una cámara, que solo tiene la oportunidad de capturar la realidad una vez. El cerebro entiende que lo que vemos, lo que sentimos, lo que oímos es real.

El problema es cuando nuestros ojos o nuestros oídos presentan algún tipo de filtro que hace que todo lo veamos distorsionado. Por supuesto que puedes estar aplicando varios filtros a la vez. Cuando tu cerebro recibe la información actúa conforme a lo que cree que es cierto y además lo hace de un modo automatizado, ya que siempre lo va a hacer igual. A menudo para ser conscientes de que tenemos este problema tenemos que hacer caso de lo que nos dicen los demás, cosa que supone un problema de autoestima ya que tienes que reflexionar sobre todo lo que crees, todo lo que ves y cada forma de actuar que tienes. Para superar con éxito las distorsiones cognitivas te recomiendo que a la vez refuerces tu autoestima, échale un ojo a nuestro curso aumentar la autoestima con el que la reforzarás y mejorarás a lo largo de todo el proceso de superación de la distorsión o filtro.

En el caso de la falacia de control, que es el filtro del que hablamos hoy, podemos definirlo como un problema con el control. Se puede dar en dos sentidos. Uno en el que tenemos la sensación de controlarlo todo, o queremos poder llegar a controlarlo todo y la situación contraria en la que sentimos que no tenemos absolutamente el control sobre nada y que estamos dominados por otras personas, las circunstancias, la vida o lo que sea, pero algo totalmente ajeno a nosotros y sobre lo que no podemos hacer nada.

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En el primero de los casos, la persona que padece una falacia de control siente que controlando cada situación va a ser mejor. Lo que no puede controlar le da miedo y rechazo. Pero por otra parte cree que con esfuerzo se puede llegar a controlar absolutamente todo. Imagínate el estrés con el que debe vivir esta persona que aspira a ser responsable de todo lo que le pasa o de todo lo que pasa a su alrededor.

Y aunque en general somos los responsables de nuestros actos y de gran parte de nuestro destino hay muchas cosas que se escapan del control. Como por ejemplo lo que hacen terceras, o lo que afecta a la climatología, la maquinaria u otras cosas que no podemos controlar.

Cuando algo se escapa de su control se sienten culpables, o temerosos. Se castigan y se alejan de las situaciones que no pueden controlar.

Saber aceptar que las cosas vienen como vienen es importante, sin rendirse ni pensar que no tenemos el control sobre nada, pero atreverse a improvisar también es bueno.

Por otra parte, las personas que padecen la falacia de control de la impotencia, son personas que se sienten impotentes ante los acontecimientos de su vida. Sienten que su destino está escrito o que no son válidos para tomar decisiones por ellos mismos. Son las típicas personas que se rinden al primer impedimento y que alegan que no están hechos para eso o que eso es lo que tenía que pasar.

Este tipo de personas creen que no pueden cambiar el rumbo de su vida, sienten que sus esfuerzos no sirven para nada y que hay muchas cosas por las que no vale la pena esforzarse, no porque no valgan la pena sino porque no van a cambiar, son como son.

Ambos casos, tanto el que quiere controlarlo todo, como el que siente que no puede controlar nada, necesitan un cambio radical en su modo de ver las cosas. En los dos casos, el punto medio será el camino a elegir. Ni podemos controlarlo todo ni tenemos que dejarlo todo por imposible. Aceptar que hay cosas que son como son, cosas que no entenderemos y que por tanto no podremos controlar y situaciones en las que esforzarse vale la pena, en las que luchar y conseguir el control puede cambiar las cosas. Que las cosas se pueden cambiar en muchas situaciones, pero en otras no. Se trata de no aferrarse al control por encima de todo, pero también se trata de no tirar la toalla antes de empezar.

Se trata de ser capaces de esforzarnos un poco más allá de nuestros límites cuando creemos que no podemos más, aunque parezca imposible se rompe una barrera y se coge más fuerza. En el lado contrario, debemos dejar de intentar controlar a otras personas. Todo aquello que no seamos nosotros mismos no podemos aspirar a controlarlo.

Esto que es sencillo de decir, y de hacer si no padeces este problema, puede ser un impedimento muy grande para alguien que lleva mucho tiempo viendo las cosas de esta manera. De repente se puede dar cuenta de que no ha luchado por casi nada y puede sentir que es un pusilánime o puede darse cuenta de que ha intentado controlar a todo el mundo, marcando la vida de los demás e imponiendo su voluntad y su modo de ver las cosas. Por eso recomendamos fortalecer y mejorar tanto como sea posible tu autoestima antes de que te enfrentes a la superación de estos problemas. Para ello te recomendamos nuestro audio curso  aumentar la autoestima, con el que a través de ejercicios podrás fortalecerte para aceptar tus problemas y encontrar el modo para superarlos con la ayuda de quien mejor te pueda aconsejar.

 

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