A menudo nos vemos o sentimos presionados por muchas personas, por nuestro entorno y nos parece que todo el mundo es capaz de hacer las cosa mejor que nosotros mismos. Es un bucle en el que entras y es prácticamente imposible salir a no ser que hagas un planteamiento serio y te des cuenta de que el cambio depende únicamente de ti.
La presión es algo que nos imponemos a nosotros mismos para satisfacer a nuestro entorno pero también por que somos demasiado exigentes con nosotros mismos. Lo entenderás fácil si te imaginas que tienes que hacer algo, te lo han pedido o quieres hacerlo. Mientras se acerca el momento en el que tienes que entregar el trabajo te vas poniendo más nervioso. Crees que no lo estás haciendo bien, no tienes tiempo, te has equivocado y tienes que volver a empezar… ¿te suena?
Lo peor es el momento en el que empiezas a compararte con los demás y ves que ellos lo hacen mejor que tú. Cada vez tienes más claro que no vas a hacerlo bien, que vas a fracasar y ahí es donde es casi imposible que lo hagas bien. ¿Si aceptas que vas a fracasar para qué vas a intentarlo de verdad? Este tipo de presión deriva en serios problemas de autoestima. También puede ser que los problemas de autoestima hagan que te exijas demasiado y que no enfoques bien la presión. Es un círculo vicioso en el la cabeza se alimenta de la cola haciéndose cada vez más grande. Para solucionar tus problemas de autoestima, o simplemente para reforzarla y tener herramientas a las que recurrir cuando lo necesites, te sientas temeroso, bajo o detectes que pasas por un momento de duda personal te recomiendo nuestro curso Cómo aumentar la autoestima, con el que tendrás siempre una red de seguridad para evitar que caigas.
¿Cuál es el problema de la autoexigencia?
Pues habitualmente el miedo al fracaso. Si tememos fracasar difícilmente nos arriesgaremos. Si no nos arriesgamos no tenemos la posibilidad de llegar a conseguir lo que queremos. Otro círculo vicioso.
Si te exiges tanto que no eres capaz de cumplir con tus expectativas lo normal es que no lo consigas. Si durante el proceso te vas poniendo nervioso el resultado todavía va a ser peor.
No hay nada peor para tu autoestima que compararte con los demás. Cada persona tiene un ritmo diferente, un modo de hacer la cosas distinto y unas aptitudes y habilidades diferentes a los demás. Por ello no es bueno compararte con el resto de personas. Además de las características psicológicas su entorno y situación personal también afectará a su rendimiento.
Los celos, la envidia y otras emociones que surgen al compararnos con los demás ponen más piedras a nuestro camino y no permiten que nos desarrollemos correctamente. Por mucho que te parezca que la competitividad es buena, aunque sea contra uno mismo acaba pasando factura. Nunca quedarás satisfecho, nunca tendrás suficiente y siempre sentirás que podrías haber dado más o mejor.
La autoexigencia lleva a a la comparación, a la baja autoestima y al castigo de uno mismo por no hacer las cosas tan bien como crees que deberías hacerlas.
Qué hacer para superar la presión
En primer lugar dejar de compararte. Cada uno es como es. Acepta lo que tienes y no quieras ser como otra persona, ni más rápido, ni más eficaz ni más nada. Tampoco aspires a ser lo mejor de ti mismo, ni lo mejor que puedas ser. Simplemente deja de compararte y de exigirte resultados.
Un buen consejo que puedo darte es que te centres en hacer lo que tenga que hacer, independientemente de lo que hagan los demás y del resultado. Te guste o no lo que estés haciendo debes intentar centrarte en el proceso.
Dedícate simplemente a hacer una cosa. Es decir, céntrate. Si crees que no es posible hacer sólo una cosa, te equivocas. Por muchas cosas que tengas que hacer, en cada momento estarás centrado en una. Céntrate en esa y deja el resto para cuando toque.
Si eres organizado y planificas un poco, con objetivos asumibles y tiempos generosos lo harás mucho mejor. Cada cosa a su momento.
Vive el momento y comprométete a terminar lo que empiezas y si es posible disfruta del proceso. Ya llegará el momento de valorar el resultado.
Algo más que puedes hacer es quitarle importancia al resultado. No temas fracasar. Aunque no lo hagas bien tampoco será un fracaso. Pocos fracasos son tan terribles como nos planteamos. Siempre podemos volver empezar, volver a intentarlo… Es casi imposible que triunfes en algo si no estás dispuesto a arriesgarte. Solo el riesgo nos lleva más allá. Piensa cómo es la gente que triunfa, en lo que sea, son arriesgados, que se atrevieron a hacer lo que nadie se atrevía. Frecuentemente antes de conseguir el triunfo han fallado varias veces y lo han vuelto a intentar hasta que lo han logrado. Los sabes. Lo has leído, lo has escuchado mil veces.
Así que qué importancia tiene un pequeño fracaso? Ninguna. Sobre todo cuando aprendes de ellos. Hemos hablado muchas veces sobre el fracaso en este blog. Puedes aprender a gestionarlo si te lo propones y a obtener muchos beneficios de ello.
Si te centras en el proceso y te arriesgas a fallar lo habitual es que puedas terminar lo que te has propuesto. Felicítate por conseguirlo y valora cómo ha resultado. Lo mejor de todo es que si tus expectativas no eran altas nunca vas a quedar por debajo de lo que esperabas.
Confórmate con terminar las cosas o los objetivos que tienes en mente y no te centres en sus resultados. Disfruta del proceso y no entres en competición ni contigo mismo ni con otros. Acepta que el fracaso es un riesgo que tienes por intentarlo. Si hay fracaso es que puede haber un éxito. Son las dos caras de la misma moneda. No hay uno sin el otro.
Y para ser más capaz de no exigirte, de no anticiparte a los resultados y de no hacerte de menos antes de empezar, para tener el valor necesario para arriesgarte te recomiendo nuestro curso Cómo aumentar la autoestima, te resultará muy útil en esta u otras facetas de tu vida.